sábado, 7 de noviembre de 2015

15 Vidas en mi mente más las que no he podido contar

Me cuesta tanto abrir los ojos, siento mi cuerpo y parpados pesados pero hago el esfuerzo para levantarme. El reloj marca las 05:45 de la mañana. No hay motivo para levantarse pero tampoco para dejar de hacerlo. Siempre es la misma rutina, levantarse, bañarse, y medio desayunar para ir al trabajo. Cuando salgo, el afilado frío me golpea en la cara y debo apresurarme para tomar el transporte público.

No hay día en el que el camión esté vacío, mientras más largo se vuelve el trayecto, la gente llega a su destino y queda más espacio, así puedo ver a los que vamos quedando. Parece que todos somos iguales, siempre haciendo lo mismo hasta que llegue el día en que las cosas cambien. Nuestras miradas están perdidas, distantes, son tan similares y al mismo tiempo tan distintas.

Una mujer de avanzada edad va con los ojos cerrados pero no está dormida y en sus manos sostiene papeles del seguro y estudios; ella está agotada desde que empieza el día, siempre, no hay esperanza. El chofer del camión tiene una actitud pedante, voltea a ver a los pasajeros con desprecio, no se imagina que su hija se enteró anoche de que está embarazada de un mocoso idiota con un futuro mediocre.

A veces pienso que soy el único que despierta con el presentimiento de que una tragedia va a sucederme, pero no, la tragedia sucede cuando menos la espero, cuando mi sueño fue el más profundo...

Llegando al metro me encuentro a una mujer de rasgos y vestiduras indígenas que con mucho esfuerzo baja las escaleras hacia el andén con un niño en brazos, otro envuelto atrás en el rebozo y otros tres que gritan y corren alrededor de ella. Ella no tiene la menor idea de que uno de los cinco niños morirá en dos semanas de una fiebre incontrolable.

Ya en el vagón, el calor es sofocante, siento que estamos en un infierno en vida, un infierno del que nunca nadie va a salir, sin embargo, hay personas que se sienten en el paraíso y no temen caer, no se imaginan qué es caminar entre sombras y caos. Hay una pareja de novios cerca de mí, se aferran el uno al otro de la mano como si quisieran unirse en una sola persona, torciendo los labios en estruendosos besos, mientras los veo no dudo que al mismo tiempo que ellos se demuestran afecto y sus vidas son color de rosa en otro rincón del planeta alguien abusa de pequeños niños y los filma para después subir los siniestros videos a Internet y alimentar el morbo de los más enfermos. No dudo incluso que algunos estén siendo masacrados, pero esta pareja no lo sabe y si lo saben no les importa.

¿Qué es lo que orilla al ser humano a que su depravación no tenga límites? Puede ser el morbo que muchas veces sentimos, sea causa de una insanidad que vive dormida en lo más profundo de nuestra mente ¿De qué manera podemos despertarla?

Sigo en el vagón y un tipo se acerca a mí, tiene un pésimo gusto para vestirse, su cabeza está rapada y unas cicatrices resaltan en sus pómulos. Su mirada rojiza y cristalina es casi intimidante y digo casi porque puedo saber que su madre lo golpeaba salvajemente en toda su infancia, el recordar las humillaciones que ella lo hacía pasar puede doblegarlo y someterlo, en cuestión de horas él va a enterarse que un tipo penetró por detrás sin su consentimiento igual que él cuando estuvo en prisión. 

Es el personaje con más desgracias y desdichas en la vida quien decide desquitarse con el cordero inocente e indefenso. El niño que golpea y se burla de otros en la escuela es el que ve como su madre es golpeada y humillada por un sujeto que ni siquiera es su padre. El humano es agresivo por naturaleza, es agresivo con otros y agresivo consigo mismo, no le importa destruirse, no le importa perder la dignidad, no le importa hacer el ridículo, no le importa demostrar su ignorancia; el humano está hecho a imagen y semejanza del diablo, así justifica que no es consciente de su propio mal.

Por fin llego a mi destino, soy maestro de una universidad de la cual prefiero no dar detalles. Caminando por muchos pasillos, subiendo y bajando escaleras, yendo de aquí a allá, no hay absolutamente nada qué contar, a veces firmo, leo y hablo frente a muchas personas por instinto, sin saber qué estoy haciendo. Al llegar a un aula encuentro varios rostros particulares, otros no tanto. Un tipo de bigote mal rasurado lee un libro de Tolstoi y posiblemente sigue las líneas con los ojos y no pone atención a lo que dice, otro joven de rasgos finos como los de una mujer pone su mirada seria sobre mí esperando en que yo no sea su verdugo, una chica bastante vanidosa no se cansa de desearme la muerte sin siquiera haberme conocido. Hay una chica que llama en especial mi atención y no es por su discreta belleza física y tampoco su limitada inteligencia, me llama la atención que ella es exageradamente ingenua y tonta, me enerva la inocencia con la que se toma y vive las cosas, ella en realidad cree que su novio la ama y que son muy felices pero él sólo sale con ella porque le hace sexo oral, en realidad no la ama. Si su novio la deja, para ella todo se viene abajo y su dolor será inimaginable aunque para los demás, es una tontería. Siempre he sido de la idea de que las mujeres son más inteligentes que los hombres, pero cuando una mujer es más estúpida que un hombre, puede alcanzar niveles críticos. Tal es el caso de la chica que no deja de usar su celular sin importar que yo esté hablando, ella ha hecho bastantes tonterías en su vida, no darse a respetar con sus amigos que en realidad no son amigos sino amantes, es una de las tantas cosas que puedo saber de ella.

Repito, el ser humano es autodestructivo, cualquier acto que vaya contra las normas tradicionales de la ética es justificado con un pretexto sin importar qué tan burdo es éste. 

Al final del trabajo, el cuerpo se entumece después de varias horas de éste, ya no tienes fuerzas de seguir prestando atención a las personas que te rodean, ni a nuestro entorno, a nada. El trabajo cumple al pie de la letra su intención de agotarte mental y físicamente, pero como todas las personas que lo hacemos por necesidad, nos vemos obligados a trabajar para poder sobrellevar la vida y eso es un instinto con el que nace la mayoría.

De regreso en el vagón del metro veo a un hombre que lee un periódico con la fotografía de un hombre ensangrentado en la portada, en un pequeño cuadro se ve la foto de un futbolista sudado y un en la esquina superior la foto de una modelo semidesnuda en una posición vulgar que deja de ser atractiva. El hombre compró ese periódico para ver los resultados del fútbol y para guardarse las fotos de la modelo que ya no trae ninguna prenda en alguna de las páginas, es lo que hay en su diminuto, ni siquiera puedo culparlo.

Saliendo del metro, decido ir caminando, son muchas las calles que tengo que caminar pero no importa, quiero ver las luces de los faros reflejadas en el pavimento humedo de las calles. La noche es fría después de una tarde lluviosa en donde el sol apenas se asomaba por el horizonte entre los cerros haciendo del atardecer menos gris. La nostalgia de esta noche es maravillosa para mí, quizá a veces esto es lo que me mantiene vivo, para el tipo que camina a unos metros enfrente de mí cabizbajo no. Aquel individuo tiene a una chica presente en todos y cada uno de sus pensamientos sin embargo esa chica se ha fijado en otro tipo que la invita más seguido a fiestas y borracheras, él ha intentado enamorarla de mil formas y nunca ha conseguido éxito. Así son todas las mujeres, un par de cervezas las convence más que todas las virtudes del mundo.

El amor es tan destructivo, tan absurdo, es como el cáncer que llega al azar sin importar que seas bueno, malo, feo o bonito, grande o chico, simplemente llega para destruirte desde adentro. Las luces de la ciudad por más fuertes que son no logran iluminar a los opacados, ligeras gotas de lluvia caen y en este momento el chofer del camión de la mañana seguro ha de estar abofeteando a su hija después de enterarse de la noticia del embarazo, la mujer que iba al seguro en estos momentos llora amargamente por teléfono con su hijo pues los estudios revelaron datos tristes e irremediables y mi peculiar alumna llora porque su novio la ha dejado por otra y su mundo se derrumba.

El humano cuando no es autodestructivo es destruido por otros. Quizá el sufrimiento de las personas que conocí hoy es banal y es entonces cuando me pregunto ¿Cuál es el verdadero sufrimiento? ¿Saber que tu hijo ha sido secuestrado y que posiblemente está siendo torturado en un escondite oscuro con personas de retorcidas intenciones? ¿La muerte de alguno de tus padres? ¿Tener una enfermedad terminal? El sufrimiento es relativo, pero absolutamente todos lo hemos padecido, no hay manera de escapar de él, no existe un escondite y eso lleva a algunas personas a crearse desesperadas e ingenuas esperanzas de que un día el sufrimiento llegará a su fin.

En cuanto a mí... no hay mucho qué decir... Quizá estoy loco y lo del chofer, mi alumna, el joven enamorado y todo eso son invenciones mías, quizá es voyerismo, quizá el único que está sufriendo soy yo o quizá tengo un don divino que me ayuda a percibir las desdichas de la gente.

¿Y si el desdichado soy yo? Quizá estoy escribiendo esto desde un manicomio, quizá ni siquiera lo estoy escribiendo porque traigo una camisa de fuerza. Conozco la vida de todos menos la mía propia, es como perderte en las líneas de un libro y olvidar la continuación de lo que estás leyendo, es como escuchar una canción y no percibir la emoción que ésta transmite. Es como un asesino que borra del sistema su verdadera identidad pero no es capaz de borrar su diabólica expresión del rostro, es como una mujer que te llena el oído de palabras dulces y hermosas que jamás vas a volver a escuchar en tu vida y eso no significa que ella te ame.

Soy un erotomaníanco, soy el que crea mis propias ilusiones para tener una poca de esperanza, soy el mismísimo sufrimiento, soy Dios atrapado en un mundo de gusanos, soy una larva y todos los demás son moscas volando alrededor.



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